Conservacion

Conservación

- Bueno díganos doctor, como sería – dijo el entrevistador en la tele.

“Últimamente con los avances de la ciencia se han descubierto cosas realmente increíbles: Como que se puede extraer el núcleo del uranio e inyectarlo en el núcleo de las células de las personas y algunos animales para extender la vida de los mismos”

- ¡No es emocionante, Kyle!

- Apaga la tele, queres. Mañana otra vez a Júpiter.

Pero era cierto en el año 100.000 habíamos descubierto como extraer la mayor parte de la radioactividad,  convertirla en algo beneficioso para el ser humano y prolongar nuestra existencia.

Liam se tiró en la cama, ajustó el cinturón mecánico no quería despertar y darse cuenta que estaba pegado al techo, es incómodo y aún no sabía cómo bajar. Kyle su primo, de parte de Lucía, había esperado un descubrimiento como ese durante años, tuvo muchas pérdidas de las cuales no se había recuperado y como diría Liam: “Quedó así de amargado”

En la habitación de al lado Lucía ordenaba sus cosas, mientras esperaba a Celina que volvía de la Tierra, había ido a visitar a sus padre en lo que antes era el largo y hermoso Chile.

Sonó el timbre, guardó todo apurada, modificó la gravedad de la pieza y fue con una sonrisa a recibirla, al abrirse la puerta Celina se encontró con un fuerte abrazo.

- Ni que me hubiese ido un millón de años.

Para Lucía un minuto sin Celina era una eternidad.

- Le avisaste a tus viejos que llegaste bien. No quiero que oírlos decir que yo no te cuido.

- Les quise avisar, lu. Pero cuando pase por los asteroides se cortó la comunicación.

Afuera la gravedad era muy poca y menos de noche, cuando bajaba el sol se debía apagar la gravedad de las habitaciones particulares, para ahorrar energía, que se redistribuía en otras cosas. Era un lugar árido, pero en el super “domo” había todo lo que necesitaban, oxigeno, gravedad, hospitales, universidades, escuelas, y todo lo que existía en la Tierra que era necesario para vivir el día a día, solo que en menor cantidad.

Luego de avisarles a sus padres, Celina se puso a cocinar, la cocina era eléctrica e inteligente unos brazos de titanio le alcanzaban todo lo que necesitaba, ella la había programado así.

- Liam, Kyle, está la comida en la mesa.

Los chicos se sentaron Liam se sentó al lado de Celina como siempre. Kyle enfrente y del otro lado de su compañera estaba Lucía.


Charlaron de muchas cosas y Kyle a veces sonreía al ver la inocencia de su primo.

Se levantaron de la mesa, Lucía apretó un botón y un tubo llevo la comida al convertidor, transformaba las sobras en plantas y lo material en otros objetos.

Lucía miró a Celina y dijo:

- Listo.

- ¿La bomba oxi-acua?

La bomba era un artefacto que convertía el aire de afuera en oxígeno y luego en agua.

- Listo.

Los más jóvenes se fueron a sus piezas.

- Los chicos se fueron a dormir?

- Sí, Liam se acostó otra vez feliz y Kyle terminó su proyecto grupal.

-jajaj, Aprendió a atarse.

- ¿Y Shiori?

- Ahí la vez, duerme como un gato. Maúlla cada vez que te ve.

Los padres de Kyle habían muerto acusa de unas de las enfermedades del siglo XXII, Kyle se fue a vivir con ellas, así se lo prometió Lucía a sus tíos. Liam el más pequeño y alegre, Gabriela, la hermana de Lucía, su madre murió en una de las guerras sin sentido. Y Shiori era su bebé, la gata negra y blanca.

Liam se despertó y asomo la cara a través de la puerta, en la parte virtual.

- Tenemos un intruso – dijo Lucía sonriendo.

- Te traje algo – dijo Celina sacando un libro de su valija.

-¿Qué es?-

- Un libro.

Él siempre había escuchado hablar de eso, pero nunca había tenido uno. Lo guardo en el placar con las cosas del pasado, pero luego lo sacó para leerlo. Cada vez que Celina iba a visitar a sus padres, le traía algo. Lucía los miraba y se sentía feliz, había hecho bien en mudarse allí y llevarse a todos con ella. Con las guerras nucleares y las guerras sin sentido la documentación ya casi no era necesaria para viajar, solo quedarse a vivir en un planeta, dependiendo de que planeta.

Cada uno viajaba a su manera y por su cuenta.  Ella quería vivir sin enfermedades, sin guerras, ni plagas, sin luchar por sobre vivir. Ya había luchado mucho contra la sociedad durante su vida, por eso se fueron a vivir a Marte. Allí nadie te juzgaba por nada. Pero tenía planes de irse a Neptuno, ahí las casas eran más amplias y había más espacios verdes. Tendría que esforzarse el doble pero pensaba en los demás: Celina viviría mucho mejor, y los chicos podrían crecer con más verde a su alrededor, al igual que su bebé. Todo sea por la felicidad de quien la acompañaría siempre. Liam se fue a dormir llevándose el libro como si fuese un tesoro, sin saber que era exactamente eso.

- Vayamos a dormir- dijo Celina.

- Sí, ya tengo sueño. ¿Tus viejos cómo andan?

- Bien por suerte – dijo metiéndose en la cama – Siempre me dicen que hice bien en quedarme acá.

- Lo sé, por eso te traje.

Celina sonrió. Lucía no solo se había llevado a Celina para que viva mejor, sino también había ubicado a los padres de su compañera en uno de los mejores “domos” que los protegían de las guerras, enfermedades y otros males  de aquel desastre que era la Tierra.
Ni bien se metieron a la cama, el mecanismo se activó, la gravedad artificial se apagó y el cinturón las ató. La máquina creadora de oxigeno se prendió.
Lo que Lucía no sabía era que su protegida  había pasado por ese laboratorio que mostraban en la tele y había firmado un papel en el cual autorizaba que en la próxima revisión médica, se les inyectaría una cantidad x de núcleos de uranio para que ambas pudieran vivir un poco más y mejor juntas, ese era su regalo de cumpleaños y de navidad.

- ¿Apago la luz?

- Apagala.

- ¿Dónde estás que no te siento? – dijo Lucía.

- Acá atrás tuyo.

- ¿y cuando te corriste?

- Fue la cama, sabes que me preocupo cuando no te veo o te siento delante mío. Me da la sensación de estas en el techo. Acá esta mi mano – dijo agarrando la mano de Lucía, quien ya se había dormido.
Se durmió así.

Cerraron los ojos, mañana sería otro día en Marte.